Durante el mes de Ramadán, que este año se celebra entre febrero y marzo, los futbolistas musulmanes se enfrentan a un desafío único. El ayuno implica no comer ni beber durante varias horas, lo que representa un reto para los jugadores profesionales, quienes necesitan estar al máximo para cumplir con sus compromisos deportivos.

Para hacer frente a esta situación, futbolistas como Mo Salah, Ousmane Dembélé o Lamine Yamal, ajustan su alimentación, enfocándose en alimentos que les proporcionen energía duradera, como carbohidratos y proteínas, consumidos en el suhoor (comida antes del amanecer) y el iftar (para romper el ayuno por la noche). También toman agua en grandes cantidades durante las horas nocturnas para evitar la deshidratación.

Algunos futbolistas también modifican sus entrenamientos, reduciendo la intensidad de las sesiones o programándolas antes del iftar para poder alimentarse y rehidratarse después. Además, en competiciones como la UEFA Champions League, se han implementado pausas para que los jugadores puedan hidratarse sin poner en riesgo su salud, tal como sucedió en el encuentro entre Barcelona y Benfica.

En definitiva, con una planificación adecuada, los futbolistas musulmanes consiguen equilibrar el Ramadán con su alta exigencia deportiva, mostrando que la dedicación y el cuidado personal son esenciales para mantener el rendimiento.