El reloj se acerca a los 63 minutos de partido y México parece tomar dimensión de que Francia, su rival, último campeón del mundo, luce algo desconcertado. Javier Hernández apenas lleva siete minutos sobre el campo, tras reemplazar a Efraín Juárez. Está fresco, con ganas, por eso se acerca a Gerardo Torrado para rebotar el balón de espaldas y volver a desmarcarse. Rafa Márquez recibe de frente y ve que Chicharito ya corre hacia el arco rival. Lo habilita. El defensor Eric Abidal da un paso al frente intentando dejarle en posición adelantada, pero cuando este levanta su brazo en reclamo al juez de línea, ve que su jugada no surtió efecto. Hernández, aquel joven delantero de las Chivas de Guadalajara, ya está frente al portero Hugo Llorís. Cara a cara. Controla el balón. Levanta la cabeza. Se perfila. Cuando el francés intenta acercarse, Chicharito lo elude con un regate hacia afuera, para luego empujar a la red con el arco vacío. Es su primer gol en un Mundial.
Se trata de un momento histórico para la Selección Mexicana, pero en especial para la familia Hernández Balcázar. Chícharo padre también había jugado para el Tri, en el Mundial de 1986, aunque no tuvo minutos en aquel certamen. En cambio, Tomás Balcázar, abuelo materno de Chicharito, sí que había tenido protagonismo en la Copa del Mundo, además de haber dejado su legado como goleador de Chivas, con el que fue campeón. Don Tomás supo ver cómo su pequeño nieto Javier le regañaba por no dejarle jugar al futbol junto a los más grandes por precaución. Y también siguió con orgullo los pasos de Chicharito por las Fuerzas Básicas del Rebaño. Pero había algo con lo que a Balcázar le gustaba marcar su autoridad: le insistía a Javier con que recién podría hablarle de tú cuando le marcara un gol a Francia en una Copa del Mundo, tal y como él había hecho en Suiza 1954. Ese momento había llegado aquel 17 de junio de 2010, en la ciudad de Polokwane, Sudáfrica. De tanta emoción, Don Tomás lloró como un niño sentado en las gradas del Estadio Peter Mokaba. Un país entero se conmovió con aquella imagen.
Balcázar fue un abuelo ejemplar para Chicharito Hernández. Lo guio y le sirvió como fuente de inspiración para su carrera profesional. Incluso, el niño nacido en Jalisco le siguió los pasos: aunque su padre le iba a los Tecos, este prefería ser de las Chivas: “Como mi abuelo”. En 2006, con motivo de su estreno profesional, Javier se dio el lujo de convertirle un gol al Necaxa, el cual se lo dedicó a su gran referente. Como su nieto, Don Tomás Balcázar había sido un gran centrodelantero con dotes para el remate; el cabezazo era su especialidad y durante diez años, vistió la playera del Rebaño Sagrado. Las lesiones interrumpieron su carrera pero este continuó ligado a la institución, siendo ayudante de Javier de la Torre en el histórico Campeonísimo que llenó de trofeos las vitrinas rojiblancas. Ver a su nieto como futbolista profesional y de las Chivas de Guadalajara significaba para Balcázar una alegría comparable a la de volver a jugar como en sus años jóvenes.
Don Tomás Balcázar, el responsable de que Chicharito Hernández haya regresado a las Chivas de Guadalajara
Pasaron ya 13 años desde aquel mano a mano ante Hugo Llorís. Javier Hernández ya escribió su historia con la Selección Mexicana. No sólo que le hizo un gol a Francia, tal y como su abuelo, sino que se convirtió en el máximo goleador del Tri. Esta vez, el protagonista se ubica en el centro de un Estadio Akron colmado, con 45.000 espectadores que se acercaron para darle la tan ansiada bienvenida. Chicharito revolucionó Guadalajara, la ciudad en la que todo comenzó. Cuando toma el micrófono para hablarle a la afición, lo primero que hace es acordarse de su abuelo: “Les quiero preguntar si recuerdan la frase de ‘imaginarnos cosas chingonas’. Y les pregunto si la recuerdan porque hay una persona muy especial para mí que es don Tomás Balcázar, una leyenda del Campeonísimo y créanme que es el pilar del por qué amo a Chivas, por qué decidí jugar con Chivas y el por qué decidí regresar”.
Además de compartir profesión, puesto en el campo, club de los amores y carrera en el combinado nacional, Tomás Balcázar y Javier Hernández fueron siempre bien cercanos y unidos. La complicidad entre ambos existió desde que Chicharito era sólo un niño, hasta que ya de grande hizo explotar el pecho de orgullo a sus seres queridos. Don Tomás le llamaba ‘pendejo’, ‘cabrón’, ‘padrote’, todas expresiones que hasta el día de hoy son reconocibles en el fichaje estelar de las Chivas de Guadalajara. Y aunque le apoyaba en todo sentido, Balcázar también sabía exigirle o motivarlo, como cuando se vanagloriaba por aquel gol a Francia en el Mundial de Suiza 1954. “Es el mejor abuelo que pude tener. Le diría que todo lo que hizo por mí ha impactado al mundo, no nada más a México y a Chivas. Que ha impactado al mundo. Esa semillita que generó conmigo ha generado más amor, más valentía y más disfrute a través de su nieto”, dijo alguna vez Chicharito en diálogo con Claro Sports.
El fallecimiento de Tomás Balcázar, uno de los momentos más difíciles para Javier Hernández
Corre abril del año 2020. La pandemia de Covid-19 azota a la población mundial. El futbol se encuentra detenido en todas partes. Javier Hernández no puede marcar los primeros goles con Los Ángeles Galaxy, su nuevo club tras marcharse del Sevilla. Ahí, en un momento ya de por sí muy difícil, es cuando recibe la noticia que nunca hubiese querido escuchar: su abuelo, Don Tomás Balcázar, es hospitalizado el viernes 24 de aquel mes y su estado de salud es muy delicado. Chicharito no puede viajar para estar a su lado porque los aeropuertos se encuentran cerrados. Esa lejanía le hace las cosas aún más difíciles. Javier adopta dos actos reflejos: por un lado, mira constantemente el teléfono para esperar noticias positivas sobre la salud de su abuelo; por otro, se voltea todo el tiempo hacia la puerta, como esperando que este llegue en cualquier momento con su buen ánimo y sentido del humor.
Tres días más tarde, sin embargo, el desenlace resultó ser el peor. Don Tomás Balcázar falleció el 27 de abril de 2020, a los 88 años de edad. Todo el futbol mexicano lo despidió entre honor y gloria por su legado dentro y fuera del campo. Chicharito, además del lógico dolor, se maldice por no haber podido estar allí, junto a sus seres queridos, para sobrellevar la noticia. Semanas más tarde, rompe el silencio y reconoce: “Me cuesta mucho trabajo hacer ejercicio, muchísimo porque me recuerda mucho a él. Me imagino a mi abuelo diciendo ‘Órale pendejo, a entrenar’”. Para peor, en los meses posteriores llegó el turno de un divorcio que se sumaba al fallecimiento de Don Tomás. Javier cayó en un estado de profunda depresión, según contó él mismo. No obstante, el tiempo ayuda a sanar y Chicharito encontró la resiliencia, el valor, el amor propio para salir adelante; para continuar con su carrera y enseñarles el camino a sus hijos. El regreso a Guadalajara, para volver a vestir la playera de Chivas, también es una forma de intentar darle el cierre perfecto a su carrera profesional. Porque desde el cielo y fiel a su estilo, Don Tomás Balcázar puede recordarle a su nieto que todavía hay algo en lo que este no lo pudo imitar: ganar un título con el Rebaño Sagrado.