Todo comenzó como una idea en pandemia. Inspirado por creadores de contenido en Estados Unidos que personalizaban tenis, Martín Juárez decidió probar suerte pintando camisetas. Lo que parecía un pasatiempo sin pretensiones se transformó rápidamente en una bola de nieve: los pedidos comenzaron a llegar, y con ellos, los contactos con futbolistas.
Uno de los primeros en fijarse en su trabajo fue Jesús “Canelo” Angulo, en ese entonces jugador de Chivas. “Nos hicimos muy buenos amigos y él me abrió las puertas del futbol. Porque cuando ya te reconocen como ‘amigo de’, se abre otro panorama”, cuenta Martín en diálogo con Rebaño Pasión.
Gracias a ese vínculo, llegó a presentarle su proyecto al “Nene” Beltrán, quien no solo lo recibió con buena onda, sino que también se convirtió en el primer jugador de Chivas en tener una camiseta pintada por él. Desde entonces, ha trabajado con figuras como Chino Huerta, Gignac, Lichnovsky y hasta leyendas como José Cardozo o Adolfo Baustista.
Aunque trabaja con jerseys de distintos equipos, no duda en aclarar con énfasis: “Yo soy Chivahermano de corazón. Tengo mi colección de jerseys desde chico. Voy al estadio seguido, y aunque son 10 horas por carretera o dos aviones, siempre hago el esfuerzo (…) Es un amor incondicional por la institución”.
Martín no solo guarda un cariño especial por los jugadores de Chivas, sino también por algunas camisetas. La primera que pintó fue para el Nene Beltrán, previo a un Clásico. “La reposteó la cuenta oficial de Chivas y explotó. Aunque perdimos ese partido, fue un boom”, recuerda. Desde entonces ha pintado también para Omar Bravo y ahora una con el Bofo Bautista.
La anécdota de Martín Juárez con Ronaldinho Gaúcho
Entre todas las anécdotas que ha acumulado, hay una que destaca por encima del resto: su vínculo con Ronaldinho. “Fue mi primer amor futbolero. Lo veía en el Barça y lo que hacía era magia real”. Un día, el hermano del astro brasileño, Roberto de Assis, lo contactó para un evento en Ecuador. Martín no dudó: compró un vuelo de 1,200 dólares solo de ida, con apenas un día de anticipación. Aunque el evento terminó siendo un desastre, con la policía clausurando todo, Ronaldinho estaba allí. “Me acerqué, hablamos, me pidió mi número. Luego me invitaron al hotel y más tarde estuve en una casa de campo en Brasil. Ver de cerca a ídolos que nunca creí conocer es algo único”.