Cuando era niño, Héctor Hernández pateaba descalzo un trapo que anudaba para darle forma de balón. Jugaba en los campos baldíos actualmente devorados por la urbanización en Guadalajara. En la Calle 46 del Barrio de San Juan Bosco, vivía aquel jovencito que años después se convertiría en un mito, no solo por su prodigioso talento, sino por erigirse como el antihéroe que reforzó el arquetipo del futbolista mexicano de su época.

La noche del 24 de enero de 1984, más de 50 mil personas derramaron ríos de lágrimas por todo el panteón Recinto de Paz, de San Juan de Ocotán, Zapopan, donde un féretro con la camisa rojiblanca de las Chivas y el número 9 bordado provocó una conmoción jamás antes vista en la Perla de Occidente. Dentro de ese ataúd ya descansaba ‘El Chale’ Hernández, una leyenda que ayudó a forjar la grandeza del Club Deportivo Guadalajara durante la gloriosa época del Campeonísimo y había fallecido repentinamente apenas a los 48 años de edad.

La misteriosa muerte de Héctor Hernández

Héctor —ya retirado como futbolista— había visitado a su familia en la capital jalisciense cuando a su regreso a Colima, donde dirigía al equipo de futbol de los Loros de la Universidad de Colima, el autobús en el que viajaba fue impactado por otro a la altura del kilómetro 7.5 de la carretera Guadalajara-Manzanillo en Zapotlán el Grande, cerca de Ciudad Guzmán. El vehículo en el que se transportaba se volteó, y Hernández murió casi al instante tras sufrir una fuerte fractura de cráneo.

Como si se tratara de una mala pasada del destino, Hernández García fue el único de los 27 pasajeros abordo que perdió la vida. Algo tan misterioso como lo fue su vida entera, pues, tan solo su nacimiento es un enigma, ya que mientras los libros de historia cuentan que llegó al mundo en Guadalajara, otros aseguran que fue en Tepatitlán, un 6 de diciembre pero de 1935. 

Periódicos del 25 de enero de 1984 lamentaban su muerte.

“¿Tiene 40 años que falleció Héctor?”, se pregunta sorprendido el exfutbolista y director técnico Alberto Guerra en charla con Rebaño Pasión. “Él falleció en un accidente de autobús, iba a entrenar a un equipo y el autobús se vuelca y el único fallecido fue él. Así que fue como con Pepe Martínez, quien igual sufre un accidente y el único que fallece fue Pepe Martínez. En Chivas han sucedido cosas así en diferentes épocas”.

Alberto Guerra entrenaba a Chivas cuando El Chale murió

Guerra López era entrenador de las Chivas cuando falleció ‘El Chale’ Hernández, tres años antes de que el técnico devolviera un título a las sedientas vitrinas del equipo rojiblanco en 1987. Tan pronto la directiva del Rebaño Sagrado, encabezada por el entonces presidente del Club Deportivo Guadalajara, Carlos González, se enteró del repentino deceso de Héctor, se dispuso a organizar un partido homenaje en beneficio de su familia, conformada por su esposa Amelia Nila y sus hijos Héctor, Hugo, Dino y Rocío.

“Yo llegué a Chivas en 1981, entonces ya estábamos en el equipo cuando falleció Héctor. Los que integraron el Campeonísimo como Héctor, como Salvador Reyes, como ‘Jamaicón’ Villegas, como Sabás Ponce o ‘Pina’ Arellano, recuerdo cuando falleció Arellano y hubo una misa en el Club Guadalajara de cuerpo presente, así se conmemoraban los decesos y había duelo, pero nada con tanta publicidad ni alarde mediático como ahora se usa, o como ahora se hace llamar la atención sobre un evento que convierten en acontecimientos”, recuerda Alberto Guerra.

Una leyenda que otros reconocían

Durante las visitas al féretro de Hernández, el periódico La Opinión de Los Ángeles, California, pudo entrevistar a Adalberto ‘Dumbo’ López, futbolista del Rebaño Sagrado durante la era del Campeonísimo. Originario de Cocula, Jalisco, fue el primer jugador mexicano en la historia en superar la marca de 30 goles en una sola temporada, además de ganar cinco campeonatos de goleo. Y a pesar de poseer esos laureles, reconocía a ‘El Chale’ como el mejor.

“Para mí, él fue uno de los mejores centros delanteros, sin descartar a otros como Horacio Casarín, y que cada uno brilló con luz propia. Héctor se destacó porque tenía dribling, era filtrador, rematador y tenía un quiebre de cintura fantástico. Además cabeceaba muy bien. Por ello, lo considero como de los mejores futbolistas de México. Lamento mucho su muerte, me enteré de la noticia y me impactó mucho porque yo conviví con él aunque no nos tocara jugar juntos en muchas oportunidades, ya que cuando él empezó en el Oro yo ya iba de salida lo mismo pasó en el Guadalajara”, dijo López al periodista Rigoberto Cervantez del mencionado diario.

Héctor Hernández fue homenajeado de muchas formas tras sus éxitos con Chivas.

La leyenda de ‘El Chale’ siempre estuvo rodeada de misticismo y un toque épico, normal en una época donde los relatos eran de voz en voz al no existir el flujo mediático de la actualidad ni mucho menos la inmediatez del internet. Es por eso que de Hernández hay un sinfín de historias que más se asemejan a epopeyas; una de ellas cuenta que, después jugar el partido con la Selección Mexicana de Futbol ante Brasil durante la Copa del Mundo de Chile 1962, el habilidoso amazónico Manoel dos Santos, Garrincha, se desvivió en elogios tanto para Héctor como para Salvador Reyes.

“Con dos Héctor Hernández y dos Chava Reyes, México sería campeón mundial”, comentó Garrincha el 30 de mayo de 1962 sobre dos de los más grandes iconos en la historia rojiblanca y de la Selección Mexicana de ese entonces. Hernández, particularmente, tenía el don de marcar goles en los momentos clave.

La personalidad de Héctor Hernández era otra en la cancha

Quienes lo conocieron lo definían como un tanto tímido, pero ya en confianza, era bromista y divertido. Y ya con el balón en los pies era un verdadero demonio, a tal grado, que enfundado en la camiseta del Tri se ganó el segundo de los dos apodos con los que se le conoció en las canchas, además de ‘El Chale’. Luego de anotar cinco goles ante los ticos en las Eliminatorias rumbo a Chille 62, se hizo acreedor al mote de ‘El Verdugo de Costa Rica’.

“Me tocó muy poco (jugar con Hernández), pero sí alguna vez. En los años 60, después del 64 que yo debuté y Héctor alguna vez recuerdo que nos tocó ir a un partido amistoso a Orizaba, fuimos a jugar contra ellos. Ahí jugaba ‘El Cachito’ Alatorre, aquel portero de Cruz Azul y Carlos Albert, estaban de refuerzos. Me acuerdo que Héctor era muy simpático, muy bromista, sabía muchos chistes; era como los futbolistas de antes, con buen sentido del humor y tenían respuestas para todo”, describe Alberto Guerra la personalidad de ‘El Chale’.

Héctor formó parte de El Campeonísimo.

“Pero en la cancha era temperamental, le gustaba mucho proteger la pelota y como dicen ahora, juntaba adversarios, protegía la pelota casi sin ver, dejaba a los compañeros muy bien ubicados. Aparte era muy inteligente y muy buen definidor también. Era un jugador destacado porque era diferente; podía jugar en punta o podía llegar de atrás; podía dar servicios de gol y culminar los avances, muy completo, eso recuerdo de Héctor Hernández”, destaca Guerra sobre el estilo de juego de Héctor.

El mejor partido de El Chale

En palabras del propio Hernández, su mejor partido no fue aquel ante Brasil en el Sausalito donde Pelé y Mario Lobo Zagallo se encargaron de deshacer las esperanzas mexicanas pese a la bravura de Héctor. Pero sí fue ante un rival del país amazónico que ‘El Chale’ sintió que volaba en la cancha como nunca.

“Primero (le enorgullecía), haber formado parte de Campeonísimo y de la Selección Nacional. Pero en mi mente guardo con especial cariño el partido entre el Botafogo (de Brasil) en el Estadio Jalisco. El Oro había sido el campeón de 1962 y me solicitó como refuerzo. Y a pesar de que fueron Maury y Necco los que anotaron los goles en el empate 2-2 ante los brasileños, considero que ese día jugué el mejor partido de mi vida”, dijo en su momento ‘El Chale’.

Hernández había debutado en el Oro y posteriormente jugó durante ocho años con el Rebaño Sagrado, donde solo se perdió el primero y el último cetro de aquella dinastía del Campeonísimo que acumuló siete campeonatos en el futbol mexicano entre 1956 y 1965 para ser —hasta ahora— la era más dominante marcada por cualquier equipo en el balompié nacional. 

El rechazo a River Plate y el idilio con el Rebaño

Una de las tantas leyendas alrededor de la figura de Hernández cuenta que en una ocasión rechazó jugar para el River Plate de Argentina. Ocurrió en febrero de 1958, cuando el equipo tapatío invitó al todavía delantero del club de Oblatos para jugar un pentagonal en el que también participaron el Zacatepec, los Diablos Rojos del Toluca,  Botafogo y los Millonarios.

Hernández destacó desde el primer momento en que se puso la elástica rojiblanca, según relata el diario local El Informador. La impresión fue tal, que Arpad Fékete, entonces entrenador del Guadalajara, pidió que se convirtiera definitivamente en jugador del chiverío.

Su fama acaparaba las tapas de los diarios en Guadalajara y todo México.

A Héctor le atrajo tanto la idea que, según dicen, a pesar del también interés de River, optó por estampar su firma en un contrato que lo uniría con Chivas, donde escribiría el cuento más hermoso del club junto a otras legendarias figuras. Pero toda historia por más hermosa que sea, tiene un final, y en 1966, Héctor Hernández pasó al Nuevo León, su último equipo como jugador. Y tres años después se retiró.

El prematuro retiro de El Verdugo de Costa Rica

“A mí me achacaron una derrota sufrida por el Nuevo León en un encuentro en el que ni siquiera tomé parte; pero el presidente del club informó a los periodistas que si había perdido el equipo era porque la noche anterior yo me había llevado de juerga a los jugadores. Todo es mentira. Ahí decidí que había llegado el momento de retirarme”, ventiló Hernández años más tarde de su adiós a las canchas.

Y es que a ‘El Chale’ le gustaba la bebida. En sus ratos de ocio disfrutaba de tomar cerveza, incluso en la víspera de un partido. Así ocurrió un domingo del año 1957, cuando el Guadalajara tenía un partido contra el Morelia por la tarde y por la mañana Héctor Hernández fue visto plácidamente en La Barranca de Huentitán; también llamada Barranca de Oblatos, un área natural protegida en la zona metropolitana de Guadalajara.

“En compañía de otros amigos, nos fuimos por la mañana al Puente de Arcediano (en La Barranca de Huentitán) y cuál fue nuestra sorpresa al encontrarnos ahí tratando de pasar desapercibido, a Héctor Hernández. Yo lo conocía muy bien porque vivía en la misma calle de la 30. Se encontraba tomando dos cartones de cerveza. Cuando le preguntamos qué hacía ahí, que si no tenía partido ese día. Contestó que ‘sí, pero hasta las 4:00 de la tarde’. Héctor jugó ese día, para sorpresa nuestra, ganaron las Chivas por 6-2 al Morelia; ¡dos goles anotados por Héctor! Así se las gastaba”, dijo Jesús Martínez Nario, un vecino de Héctor entrevistado por Excelsior el día de su funeral.

Devoción y culto por Héctor Hernández

A pesar de su prematuro retiro a los 34 años de edad a causa de la supuesta injuria del presidente del Nuevo León, ‘El Chale’ dejó una huella imborrable en el corazón de los aficionados rojiblancos que atestiguaron sus grandes gestas. Uno de ellos fue Manuel Ramosmedina, quien pudo presenciar en primera fila el vertiginoso futbol de Hernández, a quien aún idolatra por esa inigualable gallardía.

“Yo lo vi jugar varias veces cuando era niño. Le devolvía balones en el Estadio Jalisco porque pertenecía a Fuerzas Básicas de Chivas. Pero una vez salió el balón por la línea cuando él jugaba contra Monterrey y devolví el balón rápido. Me miró y me recordó a mi progenitora: ‘¿para qué lo devuelves tan rápido?’. Una anécdota que se me va a quedar para siempre. Era muy buen futbolista”, remembra el ciudadano tapatío.

El Chale debutó con el Oro, un equipo de culto en Jalisco.

Otro testigo de la grandeza de Héctor fue Trinidad Hernández, también ciudadano jalisciense y quien tenía como máximo héroe a ‘El Verdugo de Costa Rica’, a quien asiduamente acudía a ver en la cancha del Estadio Jalisco. “En honor a este gran jugador, un hijo mío se llama Héctor Hernández y muchos otros hombres se llaman igual”, dice con orgullo.

La transición a entrenador de futbol

El Chale’ amaba al futbol, tanto, que después de su retiro de las canchas, incursionó como director técnico. Una de sus primeras experiencias en los banquillos fue con los Loros de la Universidad de Colima. Ahí implementó un estilo de juego dominante, pulió a detalle la definición de sus atacantes y se ponía como ejemplo, todavía con esa clase que lo distinguió como futbolista vigente.

“En las prácticas de tiro a la portería, iniciaba él, casi siempre. Comentaba cómo tirar un penal, mencionaba que por abajo, fuerte y colocado a un poste, se debía tirar”, recuerda en breve charla con Rebaño Pasión, Noé Ocón Heredia, quien estudió en la Universidad de Colima y formó parte del equipo que tuvo el privilegio de ser dirigido por Hernández.

“Recuerdo muchas cosas chuscas, como cuando él ponía el ejemplo en las jugadas, o tiros penal y siempre motivaba a los jugadores”, refuerza su homónimo, Héctor Hernández Martínez, quien era preparador físico de los Loros cuando ‘El Chale’ estaba a cargo. 

Su muerte desplomó a los Loros

En la campaña de 1984, los Loros estaban invictos, pero el encanto terminó cuando faltaban tres encuentros por jugarse en la temporada. Todo era un cuento de hadas para Héctor Hernández como entrenador del club hasta que aquel accidente automovilístico le arrancó la vida trágicamente y con ella, la mística del equipo, que se derrumbó moralmente tras la muerte de ‘El Chale’.

“Fue una noticia inesperada y el equipo se vino abajo. Él como entrenador era muy sencillo y se llevaba bien con todos los jugadores y cuerpo técnico. Yo trabajé solo un torneo con él porque al accidentarse el equipo vino abajo y salí del futbol para trabajar en atletismo”, lamenta el preparador físico.

El periodista Flavio Zavala Millet escribió en su columna ‘Frente a las Redes’ del diario Ovaciones el 25 de enero de 1984, al día siguiente de la muerte de Héctor Hernández, un recuento de esa legendaria carrera. Uno de los miles de textos dedicados a un icono del futbol mexicano, quizás, el de mayor efervescencia gracias a su inmenso talento y esa actitud genuina.

“Fue un futbolista excepcional; compendiaba todas las virtudes de la técnica que sumadas a su inteligencia y corte elegante, lo constituyeron como figura grande, inolvidable, de aquel Rebaño Sagrado Campeonísimo de las Chivas del Guadalajara. Excepcional también porque diríase que anotaba los goles vestido de etiqueta; con la difícil facilidad de quien domina todos los recursos para realizar un futbol brillantemente sencillo, toque estupendo, remate certero con ambas piernas, secos frentazos en remates de cabeza fulminantes”, relató.

Dicen que por las calles del Barrio de San Juan Bosco, aún se escucha el sonido de unos pies descalzos que corren con celeridad. La de Héctor Hernández es la historia de un ídolo que trascendió como leyenda eterna al ser cercano a la gente, al mostrarse tan humano como el resto a diferencia de esas inalcanzables estrellas de la actualidad. Y mientras algún niño amarre un trapo para jugar con él a falta de un balón, y haga de la calle un estadio, la leyenda ‘El Chale’ seguirá presente.